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sábado, 29 de agosto de 2015

Capítulo 16:Revelaciones

N/A: Jareth está vivo y, para desgracia de Sarah, está un tanto molesto (Me pregunto por qué XD). A mí tampoco me gustaría que me apuñalasen el corazón, ni literal ni metafóricamente, cosa que le ha pasado a nuestro querido rey. Parece que alguien no se librará sin algunos cachetes en el culo por ser una niña mala jejeje

La buena noticia es que Sarah se ha reencontrado una vez más con sus amigos, con Ludo, Sir Dydimus y Hoggle, aunque sea brevemente. Después de ocho años el grupo se une gracias a la “desinterada” ayuda de Bargas.

Ah, y Bargas, que ser más malvado y engañoso que es el hermano gemelo de Jareth. Ampa_Labyrinth, ciertamente, el hermano no es trigo limpio. Si uno es malo, el otro es mucho peor. Parece que Sarah ha intentado huir del lobo para terminar en las garras del mismísimo coco, porque, a pesar de lo que cree nuestra inocente protagonista, Bargas no es alguien de quien se pueda confiar fácilmente. Algo está tramando, algo oscuro. ¿Cuales serán sus maquiavélicos planes y en qué forma Sarah tiene que ver con ellos? ¿Cuál será su siguiente paso?

Encantada Arlin, me alegra leer que te guste tanto mi historia. Espero que este capítulo también sea de tu agrado. Ya me contarás. 

Y sin más que añadir más que espero todos vuestros comentarios, os dejo con la lectura. 

Aclaración: Los personajes de esta historia no son mías, sino de la película Labyrinth, aparte de Irina, Matt, su ahora ex novia, que por ahora no volverán a aparecer, aunque quien sabe si en el futuro sí, Bargas, el gemelo de nuestro rey y otros dos personajes que pronto harán acto de presencia. Es una pena que Jareth no sea mío, qué sino… no estoy muy segura de que hubiera dicho las palabras adecuadas al final de la historia, como lo hizo Sarah. Es que, teniendo a semejante villano ofreciéndome todo lo que le ofrece a su cosa preciosa… Pufff

Y que conste, no lo hago con fines lucrativos, simplemente por el placer de emprender un bonito camino junto a los personajes de esta magnífica película que tanto marco mi infancia, y lo que no es la infancia XD (sigo teniendo las canciones de la película en mi móvil, ¡me encantan!).


Capítulo 16: Revelaciones

Ahora, por primera vez en mi corta vida, entendía lo que debería de sentir el ratón frente al búho que, sin ningún atisbo de duda, lo devorará en un simple parpadeo, antes de que tenga la menor oportunidad de escapar de esa trampa mortal. La sensación de derrota, el atroz miedo desgarrando su corazón, mientras la absoluta certeza de que nada bueno podría salir de esa horrible situación se asentaba en su mente. No era por exagerar, pero se sentía como un criminal en el corredor de la muerte esperando a la silla eléctrica. Nunca se hizo más consciente de los latidos de su joven corazón, del respirar de mis pulmones y del sudor frio que creaba mi cuerpo y que perlaba mi frente, cosas que deseé tener la oportunidad de seguir haciendo, de seguir disfrutando, que, en un futuro próximo, esos pequeños sonidos y sensaciones no me fueran privados por la muerte. Puede que fuese demasiado pedir, más aún teniendo en cuenta que había intentado matar al Rey Goblin en un momento de locura pasajera, intentado huir y liberar a mis amigos de su prisión. En otras palabras, que hiciese oídos sordos a mi lista de transgresiones y pudiese dejarlo pasar como si nada, por la bondad de un corazón que no poseía.

Estaba real e irremediablemente jodida.

No veía ningún atisbo de luz al final del oscuro y lúgubre túnel que tenía ante mí. Pese a que tenía casi la absoluta certeza de que, pese a que antes el Rey Goblin podría haber tenido sus dudas para mantenerme viva en orden de conseguir su poderes de regreso, acababa de darle razones suficientes para deshacerse de cualquier atisbo de duda sobre asesinarme o no.

Aún así, aunque mi hora había llegado, iba a ser cruelmente asesina en aquel mismo lugar, no permitiría que mis amigos y aliados me siguiesen en mi cita con la muerte por los pecados cometidos por mi persona, suficiente habían hecho por mi hasta ahora. Ya era tiempo de que les devolviese el favor y les recompensase su lealtad y amistad. Di un paso adelante, situándome en frente de ellos, protegiéndolos con mi propio cuerpo. Ese acto de valentía no pasó desapercibido por nadie, en orden de las muchas cejas levantadas que vi, tanto del monarca como de sus maduros acompañantes. A estos últimos, en especial al hombre, parecía encontrar algo gracioso en todo esto. No había más que ver la comisura de sus labios.

Mis ojos se centraron en el Rey Goblin, de quien estaba segura vendría mi muerte, y le hice frente.

- Lo cierto es que deseaba que fuese así, pero, según veo, solo los más estúpidos de mis deseos, aquellos que formulo sin pensarlo, fruto de un momento calentura o bajo los efectos nocivos del alcohol, se me cumplen – me encogí de hombros –. Así que adelante, mátame como tenías planeado hacer, pero deja a mis compañeros en paz. No tienen nada que ver con esto.
- ¿Sarah? - preguntaron al unísono mis amigos.

No comprendían nada de lo que transcurría aquí, aunque hasta ellos entendían que no era algo bueno, que nos encontrábamos hasta arriba de mierda. La situación no podía ser peor. Se ve que lo mio no era la suerte. Me tocaba de todo menos la lotería. Era como si una congregación entera de tuertos me hubiese mirado o que un camión que tenía como cargamento gatos negros se me hubiese cruzado por delante. Eso o que, el día que repartieron la buena fortuna se habían olvidado de mí. Lo único que me pasaban eran desgracias. Primero me vuelvo a encontrar con el temible Rey Goblin y me entero que mi novio me pone los cuernos, luego me vuelve a engañar para traerme a su loco reino, después soy hecha prisionera en contra de mi voluntad, casi muero tras intentar escapar de dicha prisión y, por último, descubro que el gran y malvado plan de antes mencionado rey es matarme para recuperar su antiguo esplendor, algo que de seguro iba a llevar a cabo ahora mismo. Vamos, que cualquier otra persona querría intercambiar su lugar conmigo de lo afortunada que era en la vida.

Desearía poder explicarme a mis amigos, esclarecer algo de lo que pasaba, contarles toda la historia tal y como merecían, pero no había tiempo para esas cosas. Si por no tener, no tenía tiempo para seguir viviendo.

Aún así, aunque esas fueran mis últimos momentos en esta tierra, tan lejos de mi hogar, no suplicaría, iría con la cabeza bien en alto. No le pensaba darle la satisfacción de verme derrotada. Le lancé una retadora mirada.

- Venga, vamos, haznos un favor a los dos y termina con todo esto.

- Cosa preciosa, no tengo intención de matarte – me aseguró él tranquilamente –. Te iba a explicarlo, pero me apuñalaste antes de darme una oportunidad.

- Y hablando de apuñalamientos, ¿cómo es que ni siquiera tienes sangre en tu ropa? – es lo que más me sorprendió cuando lo vi frente a nuestro variopinto grupo, el hecho que se encontrase como si nada hubiese pasado. Si no estuviese segura de haberle atravesado el pecho con una botella rota, habría pensado que todo había sido un extraño sueño, o algo por el estilo.

El hombre que se encontraba tras el monarca dio un paso adelante, interviniendo en la conversación por primera vez. 
Eso tiene que haber sido nuestra culpa, joven luchadora – comentó divertido el hombre –, pero entenderás que unos padres no puedan permitir ver morir a su hijo frente a sus ojos sin hacer nada para remediarlo. ¿no lo cree?

- Ustedes son... yo no sabía que... - más sorprendida no podía estar.

Nunca me había imaginado que el Rey Goblin tuviese unos padres. Lo cierto es que nunca se había puesto a pensar que ni siquiera tuviese una familia, al igual que lo tenía ella. Eso lo convertía en humano, en un ser real de carne y hueso, y no en el malvado y solitario villano como el que yo veía en mi mente cada vez que me lo encontraba. Jamás hubiese pensado que hubiese nacido del amor compartido de dos personas, que hubiese sido niño alguna vez o, para el caso, que hubiese un tiempo en el que había sido puro e inocente de corazón. Algo que se le hacía difícil de imaginar, por no decir imposible. Me abría resultado más fácil desvelar los misterios del universo que aquello. Lo intenté en aquel momento. Intenté imaginar como fue la infancia del Rey Goblin. Intenté imaginar cómo era él de pequeño, con un sonajero en la mano y con un chupete en la boca, pero ni siquiera su desbordante imaginación podía llevar a cabo semejante ardua tarea. Era demasiado pedir aún para ella. Resultaba más fácil pensar que se reproducía por mitosis o había sido fabricado en algún secreto laboratorio del gobierno, probablemente en el área 51, o que simplemente había nacido como un malvado hombre y no como niño, que el hecho de que era posible que fuese fruto del amor. Eso era inimaginable.

- Tranquila, joven Sarah, no se preocupe – le transmitió el padre del monarca – Soy Lyuben, Emperador del Underground, y padre de Jareth. Y esta encantadora acompañante es Nyssa, mi esposa, la emperatriz y madre de este hijo mio. Hace años que deseamos ver a la joven sobre la que las estrellas nos hablaron.

- Padre – le advirtió Jareth a la par que Sarah preguntaba:

- ¿Estrellas? - cada vez entendía menos, pero por lo menos nadie había intentado nada contra ella aún. Era un alivio. No se veía capaz de luchar y salir victoriosa después de enfrentarse a tres de ellos, pese a tener la ayuda de sus fieles compañeros.

- Hijo, eres tan cabezón y orgulloso como tu amada madre. Siempre recorriendo el camino más difícil por no querer admitir la verdad, siempre tergiversándolo por beneficio propio hasta que te explota en la cara – suspiró el emperador, sintiendo la afilada mirada de su mujer en la nuca –. Lo siento querida, pero sabes que es la verdad.

Miré a mis amigos disimuladamente sobre mi hombro y me alivió saber que, gracias a esta distracción, a que el emperador y los demás se habían centrado únicamente en mí, Lug había conseguido escapar sin levantar ninguna sospecha. Gracias a dios. No deseaba que, por sentir lástima por mi situación y querer ayudarme a solventarlo, terminase en malos términos con su familia. Bien sabía yo que no era plato de buen gusto el ser rechazado por los tuyos. Durante demasiados años había sentido eso como para no desearle a alguien más. Por ello, estaba feliz de que se hubiese escapado sin nadie percatase de ello. Ahora, si conseguía que mis otros amigos huyesen también sería lo ideal.

Me situé enfrente de ellos, protegiéndolos de todas las miradas y les supliqué con los ojos que intentasen escapar aprovechando que estaban distraídos hablando de la cabezonería de madre e hijo. Como toda respuesta a mi silenciosa súplica Hoggle se cruzó de brazos sin intenciones de moverse, Sir Dydimus cogió su espada dispuesto a luchar a mi lado y Ludo no comprendió lo que había querido transmitirle y me miraba con esa sonrisa inocente.

Tener amigos leales llenaría de alegría a cualquiera, y en otras circunstancias lo habría hecho, pero no ahora, pues su vida podría estar en juego solo por el hecho de estar relacionadas con la joven muchacha que había atentado contra la vida de su rey (me negaba a llamarlo mi rey).

Algo de mi preocupación se debió de reflejar en mi rostro, pues el emperador me dedicó una cálida sonrisa.

- No temas, joven Sarah – verdadero afecto emanaba de su voz, algo que, sorprendentemente, me tranquilizó, en cierta medida por lo menos. Algo en mi interior sentía que podía confiar en aquel hombre, pese a ser el progenitor de quien era, de no conocerlo de nada y . ¿Una locura por mi parte? Es posible, pero era lo que sentía –. Y, como veo que si no hago algo con todos estos secretismo, esta situación puede desencadenar en el asesinato de alguno de los dos, un desperdicio de tiempo, fuerza y vidas si me permitís, parece que es mi deber esclarecer las cosas por una vez por todas. Por lo...

- Padr... - le intentó cortar, pero, cuando el Rey Goblin se disponía a formular algún argumento o amonestación a su padre por meterse donde no le llamaban, no fue capaz de terminar lo que sea que tuviese planeado decir. Su boca desapareció como por arte de magia, obra de su padre sin duda, en vista de la traviesa que este esgrimía. La cara de este era digna de ver. Solo por ver su cara de asombro y sorpresa había merecido la pena el ser secuestrada. Era la imagen más graciosa que había visto en mucho tiempo.

Parecía que el emperador me iba a caer muy bien.

- Así está mejor. Odio que me interrumpan cuando hablo – comentó como si no hubiese sido él la persona que le había quitado la boca a su propia progenie ante mis sorprendidos y temerosos ojos. Realmente no lo deseaba como enemigo. Debería apuntarme el no cabrear al emperador en el futuro. Gracias a dios que no se había tomado a malas mi atentado contra la vida de su hijo. Lo que era un inmenso alivio, pues parecía que podría seguir viva por un poco más –. Veamos, antes que nada vayamos a un lugar más cómodo para poder conversar.

En un segundo nos encontrábamos en la habitación de las escaleras infinitas, de la que no tenía muy gratos recuerdos que digamos, y al siguiente me encontraba en una lujosamente ornamentada sala de estar. Las paredes , los muebles finamente trabajados, hasta la majestuosa chimenea que ocupaba gran parte de una de sus paredes adornadas con impresionantes cuadros y tapices gritaban a los cuatro vientos lo magnificencia de su dueño y su gusto por lo más exquisito. Algo que, mirando a la sala del trono, podías llegar pasar por alto. Algo me decía que la diferencia era que en uno de ellos entraban sus revoltosos y nada higiénicos súbditos, y el otro era para el uso exclusivo del rey y sus huéspedes no goblins (de otra manera no sería capaz de mantener lejos a pollos, plumas y cerveza rancia por el suelo).

El emperador se encontraba sentado en uno de los sillones de terciopelo rojo de enfrente de la chimenea, con una copa de vino en la mano y su esposa sentada en el reposa-brazos derecho con una elegancia innata, que se encontraba situado justo del lugar donde el Rey Goblin y yo nos encontrábamos sentados. No por voluntad mía. Cuando intenté cambiarme de sitio me encontré con que mis pies estaban como pegados al suelo con alguna mágica atadura invisible o algo semejante. A cada segundo odiaba más los dones de los que hacían alarde y sobre el que, una humana como yo, no tenía protección posible. La vida no era nada justa, no conmigo por lo menos. Aunque en mi caso lo que me habían arrebatado era la habilidad de caminar y escapar, no la habilidad de caminar y hablar, que era el caso de mi compañero de asiendo, quien parecía intentar luchar contra invisibles sogas para intentar levantarse. Algo inútil según parece.

- Joven Sarah, vencedora del Labyrinth, salvadora de necesitados, la nombrada por las estrellas, es hora de que sepas unas cuantas cosas que mi hijo se ha guardado para sí mismo durante demasiado tiempo. Un nefasto error que pretendo corregir – sus palabras hicieron que toda mi atención se centrase en él, curiosa. En mi vida me habían llamado muchas cosas (egoísta, loca, malcriada, lunática, ingenua, demente, infantil…) pero nunca me habían dado ninguno de esos títulos que tan bien sonaban a la oreja. No solo eso, el saber que me revelaría algo que tan celosamente había guardado su hijo era algo que quisiera prestar mi total atención a sus siguientes palabras –. Antes que nada, dejame contarte de nosotros. Hemos sido llamados de diversas maneras a los largo de los siglos y milenios. Dioses, Demonios, Genios, Shide, Elfos... Somos una longeva raza, carente de vuestra habilidad para mentir y con habilidades únicas, que habita en un plano paralelo al tuyo y con el que no podemos interactuar de manera directa sin la invitación expresa de sus moradores. Al igual que les pasa a los vampiros de vuestras pueriles novelas, aunque, en vez de tener la incapacidad de entrar en una casa, padecemos incapacidad de interacción. Algo bien has podido comprobar. Esa es una de las razones por las que mi hijo no ha aparecido ante ti durante todos estos años, porque no le habías concedido ese permiso.

Podía sentir a mis ojos abrirse como platos. No me extrañaría en lo absoluto que saliesen de sus cuencas y rodasen por el suelo a causa de la sorpresa. Yo sabía que el Rey Goblin no podía ser un ser humano ordinario, no con aquella magia del que se vanagloriaba, pero una cosa era saberlo y otra muy distinta era confirmar mis sospechas. A lo sumo supuse que sería un mago. Una especie de Voldemort con nariz que, en vez de tener fijación por un joven con gafas y una cicatriz en forma de rayos en la frente, lo tenía conmigo. En ningún momento se me cruzó por la cabeza que ni siquiera fuera de la misma raza, puede que inducido por su aspecto humanoide. Aunque eso explicaba unas cuantas cosas. Su extraño reino donde ninguna ley humana era aplicada, el que no hubiese envejecido ni un día desde la última vez que nos vimos cuando salve a mi hermano, el que únicamente apareciese después de que le invitase por descuido, su retorcida forma de ser... Esto último puede que tuvieran poco que ver con su especie y mucho con su tortuosa alma.

- Pero no son esas nuestras únicas peculiaridades. Como raza mágica, hemos desarrollado la habilidad de entrever el futuro que esta escrito en las estrellas. Un antiguo y poderoso arte sobre conocimiento los tuyos hace mucho tiempo atrás perdieron, por desgracia.

- Lamento interrumpirle, su majestad imperial – acababa de acordarme de haber leído en una de mis novelas que aquella era la forma apropiada. Y aunque no lo fuera, mejor pecar de exceso de formalismo antes de que me quitase la boca o algo peor –, pero no veo cómo todo eso tiene que ver conmigo.

Llámame por mi nombre, por favor, joven Sarah – me pidió amablemente, no teniéndome en cuenta que cortase su relato. Gracias a Dios – y ahora iba a esa cuestión. Es costumbre que, cuando uno de los nuestros llega al mundo, se lea su futuro en las estrellas, cuyo contenido no se le vería revelado hasta alcanzar la madurez. Como supondrás, cuando Jareth y su hermano vinieron al mundo buscamos su sino en las estrellas. Y aquí es donde la cosa se pone interesante. No solo nos contaron lo poderoso, bello e inteligente que sería nuestro Jareth, también dijeron que jamás conocería el significado de la dicha, el amor o la compasión, que su corazón sería un lugar tenebroso y solitario. Algo que nos abría entristecido a su madre y a mí, de no haber estado entretejida a una profecía.

Chasqueó los dedos y unas brillantes letras empezaron a tomar forma en el aire ante nosotros. Así estaba escrito:

Un día nacerá una princesa, hija del sol y la luna, la misma que compartirá el líquido escarlata de aquellos que fueron injustamente sentenciados, aquellos que se fueron para no volver.

Sus ojos reflejarán el color de la envidia que carcomía su alma y tendrá una piel que se asemejaba a la blancura de un copo de nieve. En esa superficie se encontrará la prueba de quien es realmente, la prueba que la marcará desde su nacimiento como la elegida del búho.

Asimismo, la princesa poseerá un corazón formado por sueños frustrados y deseos inalcanzados, el mismo que se encontrará anegado oscuras emociones como la soledad y los celos, aún teniendo el potencial para la felicidad y la voluntad más poderosa jamás vista alguna vez para conseguirlo. Siempre alcance, pero siempre tan escurridizo. Solo junto aquel que vive en perdido en su laberíntico corazón será por fin capaz de conocer su significado y hacérselo conocer, pues ella será la que iluminará, con su brillante haz de luz, aquello que nunca ha conocido más que la lúgubre oscuridad y el triste cobijo de las sombras, para hacer aquel su único y verdadero hogar...

La profecía seguía hablando de los increíbles peligros e innumerables fatigas de los que tendría que abrirse camino la dichosa elegida para alcanzar a iluminar la oscuridad y de otras muchas cosas más, pero ese pequeño cacho había sido suficiente para mí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero ante las palabras. No podía referirse a... pero parecía que hablaban de...me recordaba a...

- ¿Esas palabras no te hacen pensar en alguien, joven Sarah? - inquirió con una divertida sonrisa el emperador, seguramente por la sorpresa que se traslucía en todo mi rostro.

- Eso es... A mi no... – debía pensar algo que desbaratase su loca idea de que yo era aquella de la que hablaban esas estúpidas estrellas – Yo no soy hija del sol y de la luna, no soy una princesa, no tengo sangre de lo que sea que tengo que diga, no estoy marcada y no soy una linterna o una luciérnaga para ir alumbra allá donde voy. Así que no puedo ser yo. Siento decepcionaros, pero tenéis a la mujer equivocada.

- No nos hemos equivocado, porque: 1) – empezó a enumerar sus razones con los dedos, y a desbaratar aquella débil defensa que había logrado erigir apenas unos segundos antes, sin perder su pequeña sonrisa – lo de el sol y la luna es una metáfora, de lo que está hablando realmente es que esa persona nacerá de la unión de dos personas completamente opuestas que, como el sol y la luna no están destinados a estar justos más que en el momento de un eclipse; 2) tu nombre significa princesa en Hebreo, por lo que podríamos decir que tu eres princesa, como dice la profecía; 3) tras enterarnos del designio de las estrellas, seguimos la pista de todos aquellos de los nuestros que pudieron haber sido falsamente acusados y que fueron sentenciados a morir y/o desterrados, así como sus familias y descendientes, de uno de los cuales proviene tu familia materna; 4) tienes una marca de nacimiento con forma de pluma de búho en el omóplato derecho – mi boca se abrió de par en par, ¿cómo es que sabía algo tan íntimo de mí que ni siquiera mi ahora ex novio Matt sabía? ¿Acaso era una marca de su raza el meterse el acechar a la gente? Eso, como poco, era espeluznante – ; y 5) tú ya has comenzado a iluminar el corazón de mi hijo, inundándolo con sentimientos que jamás habría soñado experimentar, ya desde el primer momento que puso los ojos en ti. ¿Por qué sino hacer que el libro Labyrinth llegase a tus manos, incitándote a decir las palabras adecuadas para poder hacerte venir aquí y probarte? ¿Por qué sino ofrecerte todo aquello que siempre habías deseado en el fondo de tu corazón? ¿Por qué sino extenuarse a unos extremos alarmantes para complacerte?

- La lucha de Jareth se intensificó contra sus ataduras, como si quisiese parar lo que estaba diciendo su padre, aunque sin ningún éxito, pues este, lejos de tener los deseos no verbalizados de su hijo (más que nada porque le había arrebatado la habilidad de formular palabras), siguió con su perorata como si no se percatase de su intensa lucha.

- Utilizó métodos infantiles, bastante retorcidos y un tanto precipitados en mi opinión, eso he de admitirlo, cuando, de haber esperado a que alcanzases la madurez que tienes ahora mismo y con un abordaje directo y/o cortejándote apropiadamente, habría alcanzado casi con certeza su propósito. Pero mi hijo no es conocido por su paciencia.

Temiendo preguntar, no queriendo preguntar, pero mi boca parecía tener vida propia.

- ¿S-su prop-propósito?

- Tu corazón, por supuesto – contestó tranquilamente, como si fuese la cosa más obvia del mundo –. Cuando te descubrió, por una casualidad del destino, hace una década en ese parque al que solías ir a jugar a princesas, enseguida supo que tú eras la elegida. Por primera vez en su vida, percibió que algo nacía muy en su marchito corazón. Pero, por su orgullo y necedad, ¿a quién en su sano juicio se le ocurre que secuestrar a un infante sea la forma propicia de llegar al corazón de una dama? – suspiró al recordar ese error –, no consiguió que lo aceptases. Lo que acarreó, sobre sí mismo y su reino, nefastas consecuencias. ¿sabes de lo que hablo?

Me mordí la lengua para no soltar una de las perlas que tenía en mente en aquel momento. Si mis cálculos no eran erróneos, debería de haber tenido doce años cuando él me descubrió. Recordaba que fue por esa época que me encontré por sorpresa ese libro sin dueño entre mis regalos de cumpleaños. Después de eso, solo esperó dos años para hacerse con mi “corazón”. ¿Acaso era la única que ve algo mal aquí? ¡Yo había sido una niña! Una niña que se tuvo que enfrentar a los avances de un rey pederasta, quien desconocía que secuestrando familiares no se consigue llegar al corazón de una persona. Si había un equivalente a un psiquiatra en este mundo, debería de revisar la mente de aquel, pues había algo que no funcionaba si había sido capaz de acercarse con esas intenciones a una inocente cría de doce años.

Pese a lo escalofriante que era ese descubrimiento, intenté mantener mi concentración en la conversación que manteníamos.

- Sí, ya he descubierto que el Labyrinth está desapareciendo desde hace ocho años, porque yo me hice con parte de sus poderes al derrotarlo, y que solamente hay tres opciones para salvar el reino: que él abdique a mi favor otorgándome no solo su trono sino también la totalidad de su poder, que nos casemos, compartiendo así el poder, y, el que pretende llevar a cabo, matarme para conseguir de vuelta aquello que le pertenece y del cual yo lo despojé .

- Todo eso es correcto, joven Sarah, salvo una pequeña cosa – mantuvo por un momento la boca cerrada, para darle emoción a sus siguientes palabras. Según parece de él le venía a su hijo el afán al dramatismo –. Él no pretende arrebatarte la vida, sino convencerte, mediante cortejos (algo debió de haber hecho desde el inicio, si me permitís añadir), para que aceptes que unáis vuestras vidas con un casamiento real – decir que estaba asombrada, anonadada, sería extralimitarme. Mi mandíbula casi llegaba a tocar el suelo ante aquellas sorprendente revelación, que tanto me costaba asimilar. En ningún momento se me ocurrió que estuviese contemplando esa posibilidad. El emperador, complacido por el efecto que habían tenido sus palabras en mí, se levantó de majestuoso sillón junto a su esposa –. Una vez todo aclarado, os dejamos solos para que podáis hablar sin ningún corrosivo secreto de por medio. Adiós, joven Sarah, ha sido un placer conocerte en persona por fin. Espero que la próxima vez que nos veamos sea en vuestro enlace. Acontecimiento que espero con gran ansias.

Con un pequeño chasquido, la real pareja desapareció en una brillante nube de brillantinas (parecía que era la firma familiar o algo semejante), dejándonos en mutua compañía, ahora ya roto cualquier hechizo que nos impidiese movernos y hablar. Mis ojos se encontraron con los de él.


Parecía que había llegado el momento de hablar.

sábado, 22 de agosto de 2015

Capítulo 15: Viejos Amigos

N/A: Ahora ya sabemos los secretos que escondía Jareth y sobre sus tres opciones, pero ahora, con la llegada de su gemelo malvado, quien, como bien has supuesto Corazón de Piedra Verde, no es para nada indiferente a Sarah, aparece otra nueva incógnita. ¿Por qué odia a su hermano? ¿Qué planes tendrá para hundirlo? Ya hemos sido capaz de ver lo bueno que es manipulando a Sarah. No hay más que ver cómo le ha clavado la botella a Jareth, escena que a mí me hizo mucha gracia al escribir, aunque me dio pena Jareth.

Este capítulo va para mis hermanos pequeños. La pequeña adora a Ludo, la he visto más de una vez imitarlo en casa. Mientras que a mi hermanito le encanta Sir Didymus, os juro que cuando grita: ¡Ambrosius, ven aquí! Le sale clavadito. Es un encanto. Para algo debió de servir que yo les atiborrase con esta preciosa película de pequeños.

Me cuerdo las veces que les obligaba a limpiar su cuarto o que se portasen bien bajo la amenaza de: Diré las palabras. Teníais que ver el miedo que pasaban. Algunas veces iba a más y empezaba a decirlas, cosa que los hacía llorar de miedo porque realmente creían que Jareth vendría a por ellos. Si lo sé, soy cruel, al igual que Jareth XD

Y después de estas pequeñas anécdotas, una vez más deseo que este nuevo capítulo llegue a gustaros tanto como los anteriores y que me podáis mandar algún que otro reviews o mensaje privado con vuestras opiniones y críticas constructivas. Hasta los de ahora me encantan y me animan, de modo que… ¡estaré esperando por más!

Aclaración: Los personajes de esta historia no son mías, sino de la película Labyrinth, aparte de Irina, Matt, su ahora ex novia, que por ahora no volverán a aparecer, aunque quien sabe si en el futuro sí, Bargas, el gemelo de nuestro rey y otros dos personajes que pronto harán acto de presencia. Es una pena que Jareth no sea mío, qué sino… no estoy muy segura de que hubiera dicho las palabras adecuadas al final de la historia, como lo hizo Sarah. Es que, teniendo a semejante villano ofreciéndome todo lo que le ofrece a su cosa preciosa… Pufff

Y que conste, no lo hago con fines lucrativos, simplemente por el placer de emprender un bonito camino junto a los personajes de esta magnífica película que tanto marco mi infancia, y lo que no es la infancia XD (sigo teniendo las canciones de la película en mi móvil, ¡me encantan!).


Capítulo 15: Viejos Amigos

- ¿Por qué me has traído aquí?

Después de que nos hubiésemos desvanecido, literalmente, de la fiesta, fuimos a parar a… nada más y nada menos que… ¡El castillos más allá de la ciudad de los Goblins! ¡Estaba de vuelta al lugar que había sido mi prisión desde hace una semana!

Qué queréis que os diga, yo esperaba que este monarca, hermano del innombrable ese, me llevase, cuan caballero de brillante armadura, a mi casa, a mi mundo, para poder estar con los mios. No es que pidiese la luna tampoco. O, en su defecto, a algún lugar lejos del dominio del Rey de los Goblins. A algún lugar donde él no pudiese encontrarme. Porque, si algo tenía claro, era que, de sobrevivir a la herida que le infligí, vendría a por mi para hacerme pagar mi crimen multiplicado por cien, como mínimo. Él no era de esos que perdonaba una afrenta, ni mucho menos. Haría que desease estar muerta mucho antes de que llegase mi hora, estaba segura. Bendita sea el momento que, en un arrebato de locura instantánea, lo había apuñalado. Pero volviendo a lo que estaba hablando. En vez de haber dejado tierra de por medio, aquí estaba una vez más, en su castillo. No entendía el por qué. Yo deseaba, como pocas cosas he deseado alguna vez en mi vida, alejarme lo más que pudiera de aquel lugar.

- Rescatar a tus amigos – contestó tranquilamente –. Puede parecerte un poco indiscreto, pero oí la “amigable” charla que tuviste con mi hermanito – sonrió con picardía al pronunciar la palabra amigable, lo que me hizo sonreír a mi vez – y me tomé la licencia de sumar dos por dos. Sé que tus amigos están prisioneros y, da la casualidad, de que yo sé cómo llegar hacia ellos. Mi hermano es muy fácil de leer. Ya de pequeño siempre escondía las cosas en los mismos sitios. Por eso te traje aquí, para ayudarte a liberarlos. Además, si gracias a esta buena obra me empiezas a considerar un amigo de confianza, tanto mejor.

Mi indignación inicial por verme arrastrada una vez más a este castillo se evaporó, como por arte de magia al escucharlo. Aquel hombre que tenía delante, el hermano mayor del monarca que no me traía más que problemas, se estaba ofreciendo a sí mismo para echarme una mano, pese a los problemas que de seguro le causaría aquel acto de altruismo cuando su participación saliera a la luz. Si algo había aprendido cuando me di cuenta que mis amigos estaban prisioneros, era que al Rey de los Goblins no le agradan los traidores y que les hacía pagar con creces la osadía de levantarse contra él. No creo que el compartir sangre con un judas le impidiese penar el socorrerme.

Más que nunca en mi vida necesitaba alguien en la que apoyarme y ahí estaba él, ofreciéndome su hombro. La gratitud me embargó. Jamás podría llegar a agradecerle su ofrecimiento desinteresado. Ese gesto me llegó al alma. Se podía apreciar que no era para nada como su hermano.

Aún así, no quería que nadie más sufriera por mi causa. Y visto estaba que todos los que me echaban una mano no terminaban bien. No quería que le pasara lo mismo a él. No quería que saliese lastimado a la única persona que me ayudó desde que volví a este mundo.

- Gracias, Rey Bargas, agradezco su ofrecimiento, pero…

- Nada de peros, hermosa Sarah – me cortó – , y por favor llámame Bargas. De la misma forma en la que yo te llamo por tu bello nombre. Nunca me ha gustado utilizar el protocolo con preciosidades como tú. Además, esa sería el mejor pago posible por mis servicios. ¿Te parece bien?

Le dediqué una pequeña sonrisa. Era un encanto de hombre, eso no lo podía negar.

- Está bien, R… Bargas – vi como asentía divertido al rectificar yo mis palabras.

- Perfecto – contestó dando una palmada –. Ahora en marcha. No me cabe duda de que mi hermano ya ha sentido nuestra presencia en su querido castillo y que aparecerá hecho una furia por todo lo ocurrido.

Esas palabras encogieron mi pequeño corazón. A mi mente vinieron posibles represalias que el Rey Goblin podría emplear a su hermano por echarme un cable y eso no podía consentirlo. No volvería a cargar con la culpa de que alguien sufriera nuevamente por mí. Por ello, al ver que comenzaba a caminar, lo paré posando una mano sobre su hombro.

- No quiero causarte problemas, Bargas, ni que el Rey Goblin te hiera por mí. Ya has hecho suficiente y te lo agradezco con todo mi corazón, pero será mejor que me indiques el camino y sea yo sola la que rescate a mis amigos. Así nadie podrá acusarte de ser cómplice.

Su carcajada revotó en las paredes de piedra.

- Bella Sarah – me cogió las manos, una vez que pudo controlar su risa, y los posó sobre su corazón –. Tu preocupación por mí me conmueve, pero no has de temer. Recuerda lo que te dije antes en el balcón. A día de hoy, los poderes de Jareth no son lo que una vez fueron De llegar a producirse un confortamiento mágico, creo ser capaz de escapar vivo. Además, – hizo aparecer una pluma negra en una de sus manos que, al desaparecer con un movimiento de mano, hizo que la apariencia de Bargas cambiase. Ante mi no se encontraba la copia casi perfecta del Rey Goblin, sino un hombre de apariencia anodina – con esta apariencia no me reconocería ni mi propia madre. No solo el cambio se encuentra en la forma física, sino en mi firma mágica. Por lo que, aunque seamos descubiertos, nadie sabrá que he sido yo quien te ha ayudado. De modo que, en el futuro, podré seguir haciéndolo. ¿Qué te parece mi plan, mi querida cisne?

- Estoy impresionada, pero...

- Ya te he dicho que nada de peros. Solo debes decir que me coaccionaste para traerte aquí si nos atrapan y listo. Nada más. Yo me encargo de lo de demás.

Una de sus enguantadas manos acarició el óvalo de mi cara con ternura.

- No tengas miedo por tu persona tampoco, no dejaré que te dañe ni te mate hoy en mi presencia. Sería una verdadera pena que privase al mundo de algo tan exquisito como tú. Por ello… - apartó la mano de mi cara y, comiéndolo con elegancia en el aire, hizo aparecer una enjoyada daga – te daré este obsequio para que puedas defenderte de él en el futuro cuando yo no esté ahí para ti.

Lo acepté sobrecogida. Nunca en mi vida había tenido un arma en mi mano, aparte de la botella rota que utilicé hace unos momentos. No sabía qué hacer con él o si sería capaz de utilizarlo. Si había sido capaz de dañar a mi archienemigo antes había sido en un momento de locura, pero cuando se tiene la cabeza fría las cosas cambian. Jamás me ha gustado dañar a los demás, ni verbal ni físicamente. Es verdad que he dado mis patadas, pero siempre en autodefensa o cuando me controlaba la ira. Puede que la razón de ello fuese que, en mi pasado, había sido dañada de tal manera emocionalmente, que no deseaba hacerle pasar por lo mismo a otros.

Al ver mi parálisis, creo a su vez una funda a partir de otra pluma negra y me explicó cómo utilizarlo, así como la forma de guardarlo para que nadie se diese cuenta de que llevaba conmigo un arma blanca, aunque nunca tuviese que emplearlo. Lo que era mi intención.

Una vez preparada para cualquier imprevisto y más tranquila al no tener la daga entre mis manos, comenzamos a correr los dos juntos mientras él hacía de guía y me indicaba el camino a seguir. A nuestro paso vimos a pequeños y sorprendidos goblins que se apartaban de nuestro camino. Ninguno nos plantó cara. Eso me tranquilizó. No quería luchar con nadie, pues eso solo llegaría a retrasarnos, algo que solo conseguiría que fuésemos atrapados por el monarca de este castillo con las manos en la masa antes de tener una oportunidad de llevar a cabo a lo que habíamos venido a hacer. No podía permitir que eso pasase.

Según parecía aún no había llegado a sus peludos oídos mi ataque contra su monarca. De no ser así, no me cabía ni el menor atisbo de dudas de que no se hubiesen quedado tan tranquilos viéndome pasar, habrían actuado en consecuencia. Esperando que así su rey les diese una recompensa por reducir a una criminal como yo.

Mi ritmo cardíaco fue elevándose exponencialmente, tal era mi impaciencia por aquel reencuentro y mi miedo a ser descubierta antes de sacar a mis amigos de donde los tenían retenidos. Sorteamos grupos de goblins, recorrimos un interminable pasillo llena de engañosas puertas, subimos una escalera que a cada paso parecía alargarse más y más, hasta por fin llegar a la sala de tronos. Ahí estaba, al final de las escaleras, una puerta alta y estrecha, por la que se podía vislumbrar el trono, con el buitre, fiel metáfora de la persona que se sentaba en él, posado encima.

La cámara estaba desierta. En el centro estaba una cuna vacía que una vez Toby ocupó, así como Dios sabe cuántos niños más. Desde su percha, el buitre, que supuse que sería la mascota del Rey Goblin, cambiaba el peso de una pata a otra. Abrió el pico e hizo un ruido, similar a una risa espantosa. Haciendo que se me erizase el bello de todo el cuerpo, pero no me dejé amedrentar, tenía una misión que cumplir.

La única salida de aquella cámara, aparte de por donde habíamos entrado, eran unas escaleras que había a un lado del trono. Y, aunque no veía a donde llevaban, bien recordaba a dónde desembocaba gracias a mi última visita. Las locas escaleras que parecían obra de una mente demente, por la forma ilógica y caótica por la que estaban construidas. Haciendo fácil que cualquiera que se adentrase en él se perdiese inevitablemente para el resto de su vida. Que, algo me decía, era la finalidad de su edificación.

Corrimos hacia allí con cuidado de no pisar los huesos de pollo medio roídos, los tomates podridos, las peras aplastadas y demás basura que llenaba el suelo. Ciertamente ese lugar necesitaba una gran limpieza. Parecía que aquel reino no poseía dicha palabra en su diccionario. Me recordaba a un piso de estudiantes masculino. Cuanto se notaba que no había más que hombres por ahí. Una mujer no habría dejado todo hecho una pocilga, ni siquiera yo, y eso que era un poco desordenada, pero nada en comparación con esto que tenía ante mí. Hasta el más desastre a la hora de ordenar su cuarto parecía Don Limpio viendo aquello. Y no estaba exagerado por desgracia.

- Qué asco de lugar. Sabía que Jareth no era lo que se diga pulcro, al igual que sus plebeyos, pero esto supera todo lo imaginable – un rictus de desagrado se hizo notar en la cara de Bargas al ver semejante estado. Sacó un pañuelo negro de su impecablemente arreglado chaqueta y se llevó a la nariz –. Cuando terminemos aquí te llevaré a mis tierras, a mi castillo, ahí sí que se puede estar sin miedo de pisar excrementos de animales o algo peor – me informó mientras esquivaba algo que preferí no identificar. No sea que me diesen arcadas con solo saber lo que era.

Subimos las escaleras corriendo directos hacia la luz que emanaba. Era una escalera larga, que giraba varias veces. Me encontraba resoplando cuando llegamos al final y dimos a parar en una plataforma de piedra.

Encima, debajo o a mí alrededor, no lo sabría decir muy bien, había sala de piedras con tantas escaleras, balcones, ventanas y puertas a diferentes alturas y extraños ángulos unas respecto a otras que no tenían ni de lo que era arriba o abajo, cerca o lejos, dentro o fuera, atrás o delante. Los planos se invertían mientras los observábamos, las esquinas hundidas de pronto sobresalían, los escalones que ascendían se daban la vuelta, los suelos se convertían en techos y las paredes se transformaban en precipicios. En aquella sala, la ley de la gravedad había sido revocada, y la perspectiva tenía siete dimensiones, por no decir más. Si hubiera habido agua recorriendo aquella peculiar cámara, habría parecido fluir hacia arriba y me hubiese parecido la cosa menos extraña y más natural del mundo.

Al igual que la vez anterior, me sentí aturdida y mareada, obligándome a agarrarme a una columna para mantenerme derecha mientras mi sentido de la orientación se me escapaba por los poros.

- Parece que una nunca se hace a este lugar – susurré para mí misma.

Conforme contemplaba la sala, se iba modificando. De no ser por Bargas, estaba segura de que me hubiese perdido nada más dar un paso, quien con infinita paciencia me indicaba qué camino seguir.

Con la espalda apoyada a la pared a causa del vértigo que seguía produciéndome aquella estancia, avanzamos por la plataforma. Continuamos caminando, hasta que por fin Bargas paró sin ningún aviso previo, ante una puerta de roble que había conocido días mejores en el pasado, ocasionando que me chocara contra él. Se rió ricamente, haciendo que el sonido rebotara en el ambiente a causa del eco.

- Sé que soy irresistible para las féminas, pero no esperaba que te tirases a mis brazos tan pronto.

- Jaja, que gracioso – le contesté sacándole la lengua, que no hizo más que hacerlo reír aún más. No le presté atención, estaba ansiosa de terminar con toda esta experiencia. No estaba para tontería – ¿Es esta la puerta? ¿Hemos llegado?

- Esta es la puerta, querida Sarah, detrás de él se encuentran tus amigos, pero antes de que lo abras y los liberes debes hacerme un favor.

- Por supuesto.

- Pídeme que te prometa algo, que te de mi palabra, y, cuando consigas mi promesa, pídeme que te ayude a sacarlos de ahí. Confía en mí, es la única forma de que puedas evitarme problemas.

No lo entendía muy bien, pero si con ello podía devolverle el favor que me estaba haciendo y le ayudaba a capear posibles reprimendas o castigos, estaba dispuesta a hacerlo. Se lo merecía.

- ¿Me prometes algo, Bargas? ¿Me darías tu palabra de ello?

- Por supuesto, tienes mi palabra – asintió jocoso.

- Ayúdame a liberar a mis amigos del olvidadero sin ningún mal.

- Dalo por hecho, mi querida cisne.

Y así, apartándose de la puerta con floritura para ofrecerme los honores de abrirlo con una elegante reverencia, di un paso hacia delante posando la mano en el picaporte de madera, abriéndolo de par en par. Ante mí se abría un espacio oscuro y húmedo, que no me traía gratos recuerdos, pero no dejándome amedrentar, y con la cabeza bien en alto, di un paso al interior haciendo que la oscuridad me engullese a mi vez.

- ¿Sir Didymus, Hoggle, Ludo? ¿Estáis ahí amigos? Soy Sarah y he venido a por vosotros.

Al principio no pude oír ni ver nada, pues mis ojos aún no se habían hecho a la oscuridad. Me asusté. ¿Podría ser que Bargas se hubiese confundido de puerta? ¿O acaso había llegado demasiado tarde? ¿Les habría hecho el Rey Goblin algo irreparable como... como la m... como la muerte? Pero entonces oí unos pequeños pasos, como de unos diminutos pies arrastrándose por el suelo.

- Sarah… ¿amiga? – una profunda y familiar voz que denotaba una inmensa alegría, fue la primera que oí. Por muchos años que transcurrieron desde la última vez que lo oí, jamás podría haberme confundido de a quien pertenecían esas palabras.

- ¿Eres tú, milady? – la esperanza apenas contenida se escuchó en esta segunda voz que tanto quería.

- Ya te ha costado venir a por nosotros, Sarah – y repuso por último una entrañable, pero gruñona voz.

¡Eran ellos, mis amigos! ¡Estaban vivos!

Salté, sin pensármelo dos veces, hacia el lugar donde provenían aquellas palabras. Ahí estaban, con los brazos abiertos para mí, mis queridos amigos. Hubo besos y abrazos, disculpas y agradecimientos, en ese emotivo reencuentro. En ningún momento me echaron en cara que su situación era por mí o que los hubiera olvidado durante estos ocho años. Todo lo contrario, fue como si nunca me hubiese ido. Su cariño por mí seguía intacto. Todo era tal y como había sido hacia tanto tiempo, para mi dicha y

- Siento interrumpir este momento tan entrañable, pero el tiempo se nos agota. Salid fuera y agarraos a mí, os sacaré de aquí antes de que venga…

- Demasiado tarde – se oyó una enfadada voz al otro lado de la puerta.

Todos juntos y temerosos por lo que encontraríamos una vez que estuviésemos nuevamente en la sala de las locas escaleras, salimos hechos una piña. Y ahí estaba él, el Rey Goblin con cara de pocos amigos y sin ninguna herida visible, en compañía de una pareja con porte real. Quienes miraban la escena con curiosidad mal disimulaba, estaba claro que querían saber cómo acabaría todo aquello.

Los ojos del monarca se fijaron en mí, como un búho que fija su vista en su presa.

- Hola, Sarah.

- H... hola - más que hablar tartamudeé asustada por lo que podía esperar a continuación.


- Dime, cosa preciosa, ¿realmente creías que escaparías de mí?